Las 10 preguntas
Photo: Eric Pagliano.
–¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
El Mago de Oz de Frank Baum, en la colección Robin Hood. Pero más que el texto, recuerdo una ilustración en color sepia que muestra a Dorothy rodeada por los Munchkins, vestidos con unos sombreros cónicos y una casa de madera, aplastando a la Maligna Bruja de Oriente, de quien solo se vislumbran los zapatos.
–¿Cuál es su autor favorito vivo?
Depende del momento. En estos días, mi autor favorito es Pierre Guyotat por sus tres últimos libros —Coma, Formación y Progenituras— donde inventa una lengua desvertebrada, errática, puro grito y espasmo, en la mejor tradición inaugurada por Antonin Artaud.
–¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
Un Atlas para saber en qué lugar me encuentro y para poder imaginar en qué otro lugar del mundo podría estar, pero no estoy.
–¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
El chancho: historia de un pariente despreciado el último libro de Michel Pastoureau, que escribió también una historia sobre los osos y otra sobre el color azul. Este libro es el mejor talismán para ahuyentar microbios y conjurar temores hipocondríacos, en épocas de gripe H1N1, injustamente llamada gripe porcina.
–¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
Los Cuadernos de Marina Tsvietáieva, no por tedio sino por un exceso de placer y admiración. Siguiendo las costumbres alimenticias de ciertos animales, preferí interrumpir la lectura y esconder el libro en algún lugar secreto de la casa, para poder saborearlo más tarde.
–¿Qué libro quisiera releer pronto?
Si tuviera varias vidas simultáneas, Memorias de una enana de Walter de la Mare, Lajuguetería mágica de Angela Carter, David Cooperfield de Dickens, Los nombres divinos, de Pseudo-Dionisio, La Ciencia de Dios, de Jean-Pierre Brisset, El diccionario jázaro de Milorad Pavic, Idiosincracias de los pensionistas del jardín zoológico de Clemente Onelli, Algo de fiebre de Sandro Penna, Los poemas de Theodore Roethke, traducidos por Alberto Girri.
–¿Cuándo escribe?
Preferentemente por las mañanas. Luego, mi capacidad de concentración y de imaginación declina. Pero hay excepciones. A veces para escribir lo mejor es hacer otra cosa que escribir. Muchas veces aquello que busco y no logro encontrar en horario matutino se me ocurren en horario vespertino, en medio de las actividades más rutinarias y mecánicas que puedan concebirse: viajar en tren, comer, lavarme los dientes.
–¿Quién debería ser el próximo Nobel?
Si pudieran descongelarlo a tiempo, Walt Disney.
–¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
Que entre el momento de levantarme y el momento de ponerme a escribir, se interpongan la menor cantidad posible de distracciones.
–¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
“En algún rincón perdido del centelleante universo, en uno de los innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la «Historia Universal». Pero, a fin de cuentas, fue solo un minuto. En un abrir y cerrar de ojos, el astro se heló y los animales inteligentes perecieron”. Verdad y mentira en sentido extramoral de Friedich Nietzsche.
Pérfil, 12/07/2009, suplemento cultura.