Archivo de noviembre 2010

25
Nov
10

24 de noviembre: microbios en Radio France Internationale

Jordi Batallé me ha invitado a su programa de radio Cultura al día, en Radio France Internationale, para hablar en español de Microbios. Para escuchar el programa:

http://www.espanol.rfi.fr/cultura/20101124-diego-vecchio-microbios-literarios

25
Nov
10

19 novembre: Microbes au Salon del Libro

Video: Lionel Soukaz

Librería El salon del libro:

http://www.ameriquelatine.msh-paris.fr/

22
Nov
10

lunes 22: Osos en el interpetador de libros

A través del espejo, por Martín Villagarcía


LO MARAVILLOSO

Osos es un cuento de hadas hecho novela. Con este libro, Diego Vecchio recupera de manera actualizada la antigua tradición del relato maravilloso, del mismo modo que lo hicieron el film El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2002) o la novela gráfica Coraline (Neil Gaiman, 2002) y su posterior adaptación cinematográfica (Henry Selick, 2009). Del sistema clasificatorio propuesto por Tzvetan Todorov en su célebre Introducción a la literatura fantástica, la categoría que mejor funciona en este caso es la de “lo fantástico-maravilloso”, la cual corresponde a “la clase de relatos que se presentan como fantásticos y que terminan con la aceptación de lo sobrenatural”. Si bien al principio de Osos se puede percibir el uso de un registro realista, éste se ve inmediatamente quebrado. Indicio de este rompimiento es la desaparición de Oklahoma, el oso de Vladimir (el niño protagonista del relato): “Lo que ocurrió con aquel objeto fue un misterio que nunca logró elucidar”. De esta forma lo fantástico ingresa al relato, junto con la vacilación que genera ante la certeza o no de los hechos. Sin embargo, esta duda queda atrás rápidamente con el paso a lo maravilloso a partir del momento en que Otto, el oso de reemplazo que compra la madre a Vladimir, cobra vida y lo transporta al mundo sobrenatural: “Le hubiera gustado despertarse y decirse que todo había sido una mera pesadilla. Pero sabía perfectamente que no. Aquello que estaba viviendo, y que para colmo de males no podía dejar de vivir, no era un producto del sueño sino por el contrario de la falta de sueño. Sabía perfectamente que era imposible despertar”. Por otro lado, hay algo en el diálogo del niño con su juguete que recrea el origen de los relatos maravillosos: la tradición oral. Las historias que se cuentan para dormir no son nunca exclusivas de uno de ellos, sino más bien construcciones colectivas en las que cada uno aporta lo suyo.

 

CAPITALISMO Y ESQUIZOFRENIA

Estrella Gutiérrez, la madre de Vladimir, cae víctima del capitalismo en el momento en que su hijo comienza a padecer de insomnio. Ante este problema se dirige inmediatamente a la juguetería en busca de la solución, que se le presenta en forma de un oso de peluche. El juguete está presentado en este espacio como la herramienta perfecta y necesaria para la correcta crianza del niño, mientras oculta, a la vez, las contradicciones del mundo real: “¿Acaso la misión del juguete no es ésta: darle a nuestros niños una felicidad sin fallas?”. La oferta resulta efectiva en la medida en que le genera una urgencia por comprar que se ve respaldada por la interminable hilera de padres que se encuentran en su misma situación: “¡Pronto! Tal vez en este mismo instante, una madre está comprando el último oso de peluche Sueño feliz que nos queda (…) ¡No pierda más tiempo!”. De todos modos Estrella no encuentra lo que busca, pero sí se topa con el canasto de las ofertas, que la apresa inmediatamente, generando en ella nuevamente un vacío que antes no se encontraba allí: “Le resultó imposible refrenar el impulso de mirar. Siempre la pasaba lo mismo en la época de saldos. Aunque no tuviera nada que comprar, entraba en los bazares”. El problema de Vladimir (que en realidad es el problema de la madre) es su falta de sueño y esto es un conflicto generalizado en la novela, tan así que hasta el programa de televisión que mira Vladimir lo refiere: “En virtud del decreto N° 3987 por el cual los padres nos cedieron todos los derechos sobre el sueño de sus hijos, nos ocupamos de los niños que se portan mal y que no quieren irse a la cama. A propósito, ¿qué hacés levantado a esta hora?”. La insistencia sobre la necesidad de que los chicos duerman hace pensar en la función del sueño que, como la del tiempo, no es otra que marcar el ritmo del trabajo, obturando el espacio para el esparcimiento y la imaginación. Dormir de manera no regular no significó un problema hasta la contemporaneidad; después de todo, “el insomnio es una invención de nuestra época”.

 

AMA DE CASA DESESPERADA

Víctima de los medios y de un ataque de compras, Estrella Gutiérrez representa una figura de la madre inusual. Al contrario de aquellos relatos en los que la madre resulta idealizada hasta la exasperación, Estrella se nos muestra humanizada, más cerca de su condición de mujer, con sus debilidades a la vista. Desde su incapacidad para estar en todo lo que sucede en su hogar: “Aún no había comenzado a cocinar. Y, para colmo de males, se dio cuenta de que se había olvidado de hacer las compras”, hasta su agotamiento: “Cuando a una madre se le acaban las reservas de madrenalina, todos los resortes parecen rotos y toda la energía que mantiene al cuerpo en movimiento aniquilada”. Hay en ella algo de ama de casa desesperada y esto se ve reforzado por la soledad con que lleva a cabo su rol de sostén del hogar y de la familia.

 

INFANCIA

De la misma manera que en Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll y Peter Pan de James Barrie, puede leerse en Osos una confrontación entre el imaginario infantil y el de los adultos. A diferencia de este último, nulo por definición, el primero se encuentra potenciado todo el tiempo. Esto puede verse claramente en los juegos de niños, que representan el espacio de lo imaginario por antonomasia: “Te digo que es pimienta. Acabo de inventar un nuevo idioma, que comenzó a existir hace un minuto y dejará de existir dentro de un minuto. A lo que vos llamás sal, en mi idioma se dice pimienta. A ver si entendiste”. Sin embargo, el potencial imaginario se encuentra restringido por la presencia del adulto y esto puede verse en la percepción que tiene Estrella del juego de sus hijos: “Descubrió a Vladimir subido sobre la mesita ratona, blandiendo una regla, con una goma incrustada en la órbita ocular a la manera de un monóculo y a la manera de un sombrero, el cenicero de vidrio murano que le habían regalado para su casamiento”. Debido a su falta de imaginación, la madre queda fuera del juego y no consigue ver que las cosas han cambiado de valor y que eso ya no es un cenicero, sino un sombrero.

 

POR LA MADRIGUERA

A partir de la separación entre el mundo de los adultos y el de los niños, Osos permite ver lo que ocurre a puerta cerrada en cada uno de ellos, como en las ilustraciones de Chris Van Allsburg. Por un lado, Estrella Gutiérrez deja de ser una figura idealizada y recupera su dimensión más humana, inmersa en un mundo voraz y aplastante. Por el otro, Vladimir refuerza su imaginario y, una vez que su madre se queda dormida (como la hermana de Alicia y como todos los adultos), cae por la madriguera e ingresa a su propio país de las maravillas de la mano de Otto, el oso que compra su madre para lograr que se duerma. La brecha que se abre entre los dos mundos no se cierra en ningún momento y, al igual que en la mayoría de este tipo de relatos, la experiencia no puede ser compartida, algo que se le estipula a Vladimir ya desde antes de regresar: “Te voy a plantear una pregunta. Si tu respuesta es correcta, te dejo volver a tu casa, a condición de que no cuentes nada de lo que has visto”.

 

UN CUENTO DE OSOS

Hay una dimensión alegórica en Osos que tiene que ver con una acepción alternativa del término “oso”, aquella que refiere al hombre grande y peludo. Otto, en una de las fábulas que le narra a Vladimir, hace las referencias más directas a esto: “se produjo entre aquel humano y aquel animal algo verdaderamente increíble, inefable, irrepetible, irrefrenable, envidiable, deleitable y arrebatador, que cambiaría para siempre el rumbo de sus vidas” o “su padre intentó reconfortarlo, prometiéndole que irían a ver al osezno a su madriguera y que podría dormir con él, cuantas veces quisiera”. Vladimir, en su debilidad por estos juguetes y en su nostalgia por Oklahoma (ese oso que lo abandonó) puede ser visto como un cazador en potencia. Por último, hay otra referencia a la cultura gay en Osos que cobra aún más importancia en el contexto de los últimos acontecimientos: “La ciudad de Buenos Aires acababa de aprobar el matrimonio entre ranas. Confesó que ya estaba harta de ser una rana soltera. Desde hacía tiempo no veía la hora de ser una rana casada. Vivirían bajo un mismo texto, compartiendo tareas domésticas y pago de facturas. Adoptarían dos hermosos renacuajos. Y lo mejor de todo: trabajarían juntas en un mismo programa”.

http://elinterpretador-libros.blogspot.com/2010/11/traves-del-espejo.html

22
Nov
10

lunes 22: oso y cazador

EL OSO Y EL CAZADOR

por Martín Villagarcía

Alejandro era un cazador amante de los osos. Le gustaba usar ropa de cuero y no dormía con nadie que no tuviera por lo menos veinte kilos demás y el pecho enteramente cubierto de vello. Su amor por los osos no era reciente, era más bien lo que se llama una vocación temprana: su amor provenía desde la infancia. Luego de llegar a casa de una larga jornada laboral, se acostó en la cama y cerró los ojos, esperando dormirse lo más pronto posible. Pasaron minutos, horas, pero no podía dormirse. Había algo que le faltaba.

Alejandro tendría alrededor de cuatro años cuando la mamá le regalo por primera vez un oso de peluche. Fue para su cumpleaños, y el oso era el único regalo que ansiaba. No le importaban los trenes eléctricos en miniatura, ni los rompecabezas de disney, sólo quería su oso. Días, o incluso semanas, antes del tan preciado día, Alejandro había salido a pasear un sábado por la tarde con la abuela como lo hacían de costumbre. Primero fueron a la plaza. Alejandro jugó un poco en las hamacas y en el tobogán. Luego compraron alpiste y alimentaron a las palomas, y el recorrido lo terminaron, como siempre, dando una vuelta por el centro comercial. Su abuela compró unos chocolates y le convidó el más rico de todos, el que tenía leche condensada. Alejandro le quitó el envoltorio y se lo metió en la boca, nunca había probado cosa más rica. Era incluso más delicioso que los alfajores de maicena que la mamá le regalaba después de sus largas ausencias. Nieto y abuela continuaron el paseo, y cuando estaban a punto de emprender el regreso, Alejandro divisó en medio de la vidriera de la juguetería su objeto del deseo. Allí estaba, el oso de peluche más hermoso del mundo. Tenía los ojos negros y abundante pelaje oscuro; Alejandro quedó hipnotizado. La abuela tiraba de su pequeña mano para seguir camino, pero él no se quería mover de ninguna manera, entonces ella le dijo que probablemente para su cumpleaños aquel oso sería suyo y de nadie más. Conforme, Alejandro se dejó llevar de regreso, y durante todo el camino soñó con ese oso de peluche. Soñó con todo lo que harían juntos, pero especialmente soñó con la sensación que tendría al irse a dormir abrazándolo.

El tan esperado día finalmente llegó. La noche anterior Alejandro se había ido a dormir muy ansioso, esperando a que se hicieran las doce de la noche para recibir su regalo, pero alrededor  de las diez y media los ojos se le comenzaron a entrecerrar y al rato ya estaba durmiendo como un angelito. A la mañana siguiente se despertó lentamente, primero abrió un ojo y luego el otro. El cuarto todavía estaba a oscuras. Prendió la lámpara de la mesa de luz y encima de ella vio un paquete. En realidad, había unos cinco o seis paquetes, pero sólo uno se hallaba sobre la mesa y ese paquete fue el único que vio. Rompió el envoltorio en pedazos y se llenó de emoción al ver que era su oso el que lo miraba. Lo abrazó con todas sus fuerzas y se volvió a acostar con los brazos alrededor del peluche.

Eso era exactamente lo que le faltaba en esta noche insomne. Se levantó de la cama y llamó por teléfono a Raúl. El tono de voz le dio a entender que estaba durmiendo, pero de todos modos se mostró gustoso de escucharlo. A los pocos minutos ya estaba camino a su casa, y no fue hasta que se acostó con él, dándole la espalda y rodeándose con su brazo, que pudo dormirse como un angelito.

Foto: Darío Mazzanti

 

20
Nov
10

samedi 20: le baiser


11
Nov
10

11 novembre: microbes & osos

07
Nov
10

7 novembre: 7 jours, 7 clowns, 7 familles

Et le clown créa la vie… par Camille Chalain

En ce dimanche après-midi où les bottes étanches étaient de rigueurs, le cabaret clownesque qui venait clôturer la nouvelle création de l’Apprentie Compagnie n’est en fait que la partie haute de l’iceberg. 7 jours, 7 clowns, 7 familles est un projet qui à pris tout sa dimension dans la programmation de Pronomade(s), cette fois-ci en co-réalisation avec le Théâtre Municipal de Saint Gaudens. Et le mauvais temps n’a pas dissuadé le public de venir assister massivement à ce spectacle, puisque ce lieu dédié à la création affichait plus que complet.
L’Apprentie Compagnie, que l’on retrouve à nouveau dans les parages du Clou après Le tout nous à la Grainerie et Proz band à L’Usine, a conçu une nouvelle forme de création pour le moins originale, en mettant l’accent sur ce qu’elle appelle une «fabrique de liens». Il était question pour quelques familles saint-gaudinoises (au passage, toutes issues des services de la ville et de la communauté de communes) d’accueillir à la maison non pas les célèbres samouraïs venus délivrer le village de l’oppresseur, mais sept clowns qui n’en seront pas moins libérateurs.
Et c’est ainsi que sept jours plus tôt, tout ce petit monde s’est retrouvé sur le quai de la gare pour offrir l’hospitalité à cette tripotée de nez rouges. Situation des plus insolites, qui s’est poursuivie dans l’intimité des foyers aussi bien que dans les rues, écoles, piscines, boutiques, supermarchés et jusque sur le lieu de travail, car il faut bien sortir son clown de temps en temps. Aller savoir, au final, qui suivait l’autre… Il est facile d’imaginer les situations les plus incongrues et les réactions les plus diverses lors de ces pérégrinations, le plus souvent déclencheuses de franche rigolade, mais aussi d’expulsions assez virulentes. Les différences de vie, certes ici volontairement poussées au extrêmes, sont hélas encore une vraie source de peurs. Il faut dire que le clown s’empresse souvent de faire vaciller la réalité et les choses entendues.

 

Mr Kreg

 

«Heigh-ho, heigh-ho, on rentre du boulot!»

A l’issue de cette semaine, un retour de clowns s’imposait. Ainsi Fritz, Jean-Christian, Mister Kregg, Proserpine, Prudence, Sushi et Vulcano sont tous là, perdus dans leur gesticulations et mimiques insensées. Quant aux généreux et téméraires accueillants, privilège oblige, ils sont installés dans des espaces sortis de leurs cocons familiaux : le canapé du salon pour certains, un vaste lit pour d’autres et même carrément dans une baignoire.
Loin des mièvreries, cette furieuse bande de clowns commence par l’énumération de toute les bonnes raisons de ne pas accueillir un de leurs congénères chez soi. Ça monte sur le lit sans s’essuyer les pieds, ça casse tout, ça a des tendances kleptomanes et ça kidnappe les enfants pour les changer de famille – bref, ça bouscule! Et il est bien sûr qu’en tant que dignes clowns, ils mettront souvent et allègrement les deux pieds dans le plat. L’interrogatoire des familles est fait d’un humour aussi lourd que subtil : «Vous échangeriez votre clown contre deux barils de lessive ?», «Est-ce que vous croyez en Dieu depuis que vous avez un clown à la maison ?»
Et la suite du spectacle est dotée d’une bonne dose d’acidité, d’autodérision, de sexe et d’amour. Un enchaînement de clowneries totalement déjanté, devant une assemblée souvent tordue de rire qui assiste médusée à une incroyable reprise du Boléro de Ravel version Béjart, plateau circulaire à l’appui, carrément hilarante. Plus tard, c’est la reconstitution délirante d’une sortie à la piscine, puis une remise de cadeaux très révélateurs des us et coutumes des familles, ou encore une déclaration du clown-citoyen très militante, pour finir par de beaux adieux.

Mr Kreg, avec Fritz & Proserpine

 

Un autre regard

A entendre les commentaires des familles après le départ définitif des clowns, qu’ils ne verront jamais en vrai, hors du personnage, mesure est faite de la portée de la proposition : «Alors maintenant on va souvent changer de place à table, parce que le clown nous a appris ça» ; ou encore : «Il nous a vraiment redonné le sourire, nous l’avions perdu…»
Ce cabaret repose donc sur l’expérience d’un vécu. Une création post-divine faite en sept jours, née de l’écoute et de l’observation des comportements de vie. Une restitution dotée de toute la permissivité de l’expression clownesque, qui met souvent le doigt là où il faut, mais toujours avec le plus grand respect, une vraie délicatesse et beaucoup de finesse. Si cette horde de clowns est bien loin des Ronald McDonald et autres caricatures de clowns que l’on impose aux plus jeunes, elle se compose malgré tout de niveaux de jeu assez inégaux. Notons également, parmi le peu d’accrocs, la mise en orbite d’une mini fusée dont l’ascension fit hélas quelque peu chuter l’intensité jusqu’alors atteinte.
Mais il s’agit d’une proposition au caractère profondément humain, pleine de tendresse et portée par la revendication. Proserpine tire allégrement sont épingle du jeu avec un remarquable passage sur l’ambiguïté du soignant sachant soigner soigneusement sans se laisser soigner soi-même, faisant ainsi preuve de toute la maîtrise des subtilités de son art. Précisons tout de même au passage que la belle bonde qui se cache dernière les manettes en régie n’est autre que son fidèle acolyte, Bob, qui contribue largement au travail d’écriture.
Constatation est donc faite que d’accueillir un clown à la maison n’est pas seulement casser le quotidien, mais porter un autre regard sur la différence et sur sa propre vie. Avis aux amateurs…

Mr Kreg, avec Jean-Christian & Sushi

Le Clou dans la Planche

http://www.lecloudanslaplanche.com/critique-561-7.jours.7.clowns.7.familles-et.le.clown.crea.la.vie..html#





Autor/Auteur

DIEGO VECCHIO, Buenos Aires, 1969. Reside en Paris desde 1992.

Publicó "Historia calamitatum" (Buenos Aires, Paradiso, 2000), "Egocidio: Macedonio Fernández y la liquidación del yo" (Rosario, Beatriz Viterbo, 2003), "Microbios" (Rosario, Beatriz Viterbo, 2006) y "Osos" (Rosario, Beatriz Viterbo, 2010).

Contacto: dievecchio@gmail.com

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