El Ogro de la rue Jouy: capítulo 1
La señora Methfessel salió a trabajar muy temprano por la mañana y no volvió a su hogar sino a una hora bastante avanzada de la tarde, en un estado de aturdimiento fuera de lo común. Al terminar su trabajo, se dirigió a una juguetería. Juntando las pocas fuerzas que le quedaban, empujó una puerta giratoria. Al cruzar el umbral, más agotada que nunca, ignoraba que volvería a franquear aquel mismo umbral, media hora más tarde, totalmente transfigurada. Se limpió los pies en el felpudo.
— ¿Puedo ayudarle en algo?
— Sí. Le agradezco. Muy amable. Aunque hay días como hoy en los que me digo que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera una vendedora con muchos años de experiencia, dispuesta a responder con la mejor buena voluntad a todas las preguntas que un cliente sea capaz de concebir y formular, puede ayudarme a buscar lo que busco, desde hace tanto tiempo, en vano.
— Por favor, dígame lo que está buscando. Que para eso estoy.
— Busco algo que le ayude a conciliar el sueño a mi hijo.
— Si es esto lo que tanto la aflige, quédese tranquila. Está en el lugar más indicado. Una de nuestras especialidades son los juguetes para niños insomnes. Desde ya, puedo garantizarle que tenemos lo que le hace falta. En alguna de nuestras estanterías, en alguna de nuestras vidrieras, en alguno de nuestros armarios, en algún rincón del depósito o en una de nuestras veinte sucursales, está esperándola lo que está buscando, señora….
— Señora Methfessel. Orfinda Methfessel.
— Señora Methfessel, ¿Para qué edad?
— Cuatro años.
— Un niño insomne de cuatro años…¿Ha pensado en un oso de peluche?
— ¿Un oso de peluche?
— Claro que sí. Un oso de peluche para un niño insomne de cuatro años. ¿Acaso oyó hablar de los osos de peluche “Sueño feliz”?
—En absoluto.
— Me lo decía. Los osos de peluche “Sueño feliz” están fabricados exclusivamente para nuestras tiendas por Tchang Huang, lo que en materia de juguetes es toda una referencia …¿Sabe de quién le estoy hablando?
—No. Desconozco por completo quien puede ser ese Tchang…
— Tchang Huang. Tchang Huang también fue un niño insomne. Como las desgracias nunca vienen solas, a los diez años fue atacado por la poliomelitis. Como la enfermedad lo dejó inutilizado para el trabajo agrario, sus padres, unos campesinos muy pobres, lo abandonaron en un monasterio budista. Desde su sillón de ruedas, combatió la adversidad utilizando los únicos miembros del cuerpo que escaparon a la parálisis, las manos, inventando una nueva especie de oso de peluche. La humanidad, estimada señora Methfessel, está llena de inventores y creadores, pero muy pocos pueden vanagloriarse de haber inventado una nueva especie de osos de peluche, como Tchang Huang. Con un talento sin igual, concibió una colección de osos que no pueden dormir. Existen más de veinte modelos, con una amplia gama de insomnios, que van del típico dolor de muelas, a los terrores nocturnos más sofisticados, sin olvidar el oso que dice “tengo sed” o su variante “tengo ganas de hacer pipí”.
— No veo de qué manera un oso de peluche que no logra dormir pueda ayudar a dormir a un niño.
— Observación muy perspicaz, señora Methfessel. Lo que Ud se pregunta se lo preguntaron miles de madres de niños insomnes, que ahora duermen como lirones. Permítame que le explique. El gran error de los métodos para hacer dormir a los niños es la voluntad de ejercer una acción directa en el comportamiento, cantándole una canción de cuna, leyéndole un cuento, poniéndose a contar cientos y cientos de ovejas. En el peor de los casos, los padres obligan al niño a tomar un vaso de agua con un somnífero. Nada más errado. La resistencia de los niños insomnes no tiene límites. Toda acción directa sobre su voluntad, toda lucha cuerpo a cuerpo, está destinada al fracaso. Tchang Huang supo aplicar a los osos de peluche lo que le habían enseñado tantos años de sabiduría oriental. En vez de hacer dormir a un niño directamente, prefirió recurrir a una vía lateral, invitando al niño a hacer dormir a un oso que no puede dormir.
— Sigo sin entender.
— Seré más concreta. Al hacer la cama por la mañana, Ud esconde discretamente a uno de nuestros osos « Sueño feliz » debajo de la almohada. Cuando llegue el momento de irse a dormir y su hijo comience a chillar, le dice con la voz más tranquila posible… ¿Cuál es el nombre de su hijo ?
— Cindor.
— Ud le dice a su hijo con la voz más tranquila posible : « Perfecto Cindor, si no querés dormir, no duermas. No hay ningún problema. Yo me voy a la cama, porque estoy muy pero muy cansada y mañana tengo muchas pero muchas cosas que hacer ». Y antes de que Cindor abra su boca de sábalo y se ponga a llorar a los alaridos, despertando a todos los vecinos, le dice esta vez con un tono cómplice : « Pero ya que estás despierto ¿podés hacerme un favor ? Tengo un amiguito que tampoco puede dormir, que se llama… » ¿Qué nombre de oso de peluche le gusta más ?
—No sé
—Tiene para elegir entre veinte modelos : Brian, Otto, Maggie, Salomón, Erik, Gwendolina…
— Brian.
— ¡Estupendo! Brian es el oso que no puede dormir porque tiene dolor de muelas. Ud le dice a su hijo :« Perfecto Cindor, si no querés dormir, no duermas. No hay ningún problema. Yo me voy a la cama, porque estoy muy pero muy cansada y mañana tengo muchas pero muchas cosas que hacer. Pero ya que estás despierto ¿podés hacerme un favor ? Tengo un amiguito que tampoco puede dormir, que se llama Brian. ¡Pobrecito ! No puede dormir porque le duele una muela. ¿Te querés ocupar de él?». El niño la va a mirar entre curioso y desconfiado. En ese preciso momento, Ud levanta la almohada y le deja ver a Brian, un irresistible oso de peluche, con una compresa de hielo alrededor de los mofletes. Ud repite la pregunta : « ¿Te querés ocupar de él ? ». Ningún niño podrá decirle que no. Puede irse del cuarto con toda tranquilidad. En menos de media hora, su hijo estará durmiendo como una marmota. Se lo aseguro. Al principio, muy excitado, el niño le aplicará al oso todos los métodos que los mayores le aplicaron a él, sin el menor resultado. Le cuenta un cuento. Le canta una canción de cuna. Se ponen a contar cientos y cientos de ovejas. El oso, como el niño, no se duerme. El niño, como el adulto, sigue haciendo todo lo que está a su alcance para hacer dormir al oso. Lo alza en brazos y lo pasea por toda la habitación. Lo lleva al baño a hacer pis por enésima vez. Lo deja abandonado en el umbral de la puerta. Le da un sopapo. Le trae un vaso con agua, con un somnífero para osos de peluche. A pesar de todos estos cuidados, el oso sigue sin dormir. El niño comienza a hartarse. Bosteza. Cabecea. Se le cierran los ojos. En el momento menos pensado, sin que intervenga ninguna fuerza exterior, el niño se queda dormido, abrazado al oso. Le aseguro que Cindor se levantará a la mañana siguiente, fresco, lozano, de buen humor, sin despertarse ni una sola vez en toda la noche.
— ¿Está segura ?
— ¡Segurísima! Los osos de peluche “Sueño feliz” garantizan, en el 95% de los casos, un sueño continuo, de piedra, exento de pesadillas. Si al cabo de una semana, su hijo no duerme como un cocodrilo al borde del Nilo, le devolveremos el dinero.
— ¿Y el precio?
— Cuando se trata de productos de semejante calidad, no hay que pensar en el precio. El precio es lo de menos, señora Methfessel. Comprar uno de estos osos de peluche será una verdadera inversión no solo para el sueño de su hijo sino también para el de su familia y el de Ud misma. Pero no se preocupe. Hay osos de peluche “Sueño feliz” para todos los presupuestos, desde los modelos únicos para los más exigentes, hasta los modelos más económicos, al alcance de todos.
— Si es así, iré a verlos.
— ¡Pronto! Tal vez en este mismo instante, una madre está comprando el último oso de peluche “Sueño feliz” que nos queda. El último cargamento llegó esta mañana y desde entonces, hemos tenido una avalancha de padres, como nunca antes habíamos visto. ¡No pierda más tiempo! Diríjase a las estantería que quedan al fondo, a la izquierda. Cualquier problema que tenga, no dude en consultarme.