Archivo de julio 2008
Un oso. Un oso de peluche. Un oso de peluche, blanco. Un oso de peluche blanco, abandonado, al pie de un contenedor de basura, en la rue Godefroy Cavaignac.
Yo lo vi. Venía del supermercado MONOPRIX, arrastrando las compras, mirando como siempre hacia el suelo, cuando algo, que estaba casi fuera de mi campo de visión, me arrancó del ensimismamiento. Me di vuelta. Era él. El oso de peluche de la rue Godefroy Cavaignac, un resto de algo que no sabría cómo nombrar. Lo levanté y me di cuenta de que le faltaban los brazos. Lo acomodé en una bolsa, entre un paquete de café, un pack de jugo de naranja y unas botellas de cerveza negra. Subí los cinco pisos de la escalera hasta llegar a casa. Cuando descargué las bolsas, el oso ya no estaba. Pensé lo más lógico : que se me había perdido en el camino. Aquel oso era el resto de un encuentro fallido.
Pero no.
A los pocos días, me crucé en la puerta con Lena, la vecina finlandesa del primer piso, que es también escritora. Y me dice: « No sabés lo que encontré al pie de la escalera »… Le pregunto: «¿Qué?». Me responde: «Un oso. Un oso de peluche blanco. Un oso de peluche blanco, abandonado, manco. Me dio mucha lástima. Y a la vez, mucha rabia. El oso tenía las articulaciones desgarradas. Se le estaba saliendo el relleno. Alguien, seguramente un niño cruel que vive en este mismo edificio, le arrancó los brazos, con violencia ». Le dije que yo también había encontrado a ese mismo oso de peluche. Y pensé: «Los osos insisten. No dejan de aparecer osos por todos lados. En los sueños. En los libros. En las conversaciones. Hasta en la calle. Y en las escaleras. El arte es aquello que hace que la vida sea más interesante que el arte». Lena me arrancó de mis pensamientos: «¿Sabés lo que voy a hacer? Le voy a fabricar dos patas. Y le voy a confeccionar un poco de ropa. Y se lo voy a enviar a una amiga, en Helsinki, que tiene un orfelinato para osos de peluche. Tal vez encuentre a algún niño finlandés, que son más alcóholicos que los niños franceses, pero mucho menos crueles. Y tal vez este niño quiera adoptarlo para pasar en buena compañía el interminable invierno boreal».
LENA REPARANDO AL OSO DE PELUCHE